miércoles, octubre 03, 2007

Cuando se juega por la camiseta

Año 1993. El debut oficial de Misura en el torneo de la UBA.

Misura es un equipo de fútbol. Mi equipo de fútbol, más allá de que ya no juegue con frecuencia en él. Y resulta, sobre todo, un espacio para fomentar el vínculo con los amigos de toda la vida.
Misura es también un modo de entender aquella certeza de potrero: 'es preferible la derrota con amigos que la victoria con desconocidos'. Lo que sigue fue publicado en Clarín, a fin de ejemplificar todo ese mundo asociado al fútbol que no se ve por televisión, que resulta ajeno al negocio. No es el único caso, claro. Es el que vivo de cerca.

A la sombra del negocio creciente y alejado de las cámaras que televisan todos los detalles de todos los partidos de todos los torneos, también existen otras manifestaciones del fútbol: la del carácter lúdico, la del sentido de pertenencia, la del auténtico espíritu amateur. Misura, como tantos otros equipos que compiten en las seis categorías del torneo de la Universidad de Buenos Aires, es un perfecto ejemplo de esas otras caras.
Lo saben aquellos que una fría mañana de 1993, en la cancha 4 de la Ciudad Universitaria, le dieron comienzo oficial al deseo de compartir un equipo de fútbol entre amigos, con aquella derrota 2-0 ante el desaparecido Don Bosco. Como el capitán Panchito Alloco, Nito Zorzoli y Santiago Grazioli, héroes de los tiempos fundacionales. Como Rodrigo Cánovas, ese goleador que es leyenda en la UBA con sus más de 250 gritos. Como aquellos ya míticos integrantes de emergencia: Tatín Kejval, Viru Bernarda y Matu Labat, dueño de un curioso récord (un partido, dos goles y retiro precoz del fútbol). Como tantos otros egresados del San Román, ese colegio de Belgrano que fue el escenario del nacimiento.
Este equipo que merodeó por todas las categorías nunca fue campeón. Su mayor orgullo es el Título de Honor por su participación en el Master, un torneo relámpago al que se clasifican los tres mejores de cada división. Pero nunca nadie pensó en abandonar el Misura, más allá de la ausencia de vueltas olímpicas o de los varios descensos. Ni siquiera aquellos que perdieron espacio entre los titulares o entre los convocados. Sucede que el espíritu amateur no se rige por la lógica de los resultados. Cada uno sabe, en definitiva, que Misura es, fue y será una excusa para seguir siendo amigos. Apenas eso. Todo eso.


Año 1994. Misura consigue su segundo ascenso consecutivo. En dos temporadas pasó de la D a la B. Tiempos gloriosos.