El recuerdo brota caprichoso. O no tanto. Ahí está la Sagrada Familia, en esta Barcelona que más de una década después luce incluso más atractiva, igualmente elegante, tan europea. También era una tarde aquella, pero sin este frío. Nos quedaba poco tiempo en la ciudad de Gaudí. Y no habíamos ido aún a visitar el Camp Nou. "No te preocupes, algún día vamos a volver... Pero pagás vos", dijo ella y se rió. Le creí, como siempre. Y seguimos viaje. No pude ver el estadio catalán por dentro. El recuerdo es preciso. Como si ella estuviera ahí...
Ella era Eulalia María (foto del blog). Ahora ya no está. Tenía hasta el último octubre 69 años y todas las ganas que cabían en su cuerpo de vivir otros tantos. No pudo. Una enfermedad de esas que el mundo no investiga porque "no es rentable" se la llevó sin preguntarle nada. Ella era la tenacidad y la constancia. Era la generosidad sin ostentación. Era el paradigma de la prudencia. Y era, sobre todo, mi mamá.
Ahora pude ver el Camp Nou por dentro. Pero descubrí lo más valioso: ahora ya entiendo, ya comprobé la frase de otro inolvidable, de mi amigo Pedro Uzquiza: "La gente buena, en realidad, no se va nunca..." Se refería a esto. A esta tarde de Barcelona y a este recuerdo de los momentos que no mueren. // Barcelona. Enviado especial.
Texto publicado por el autor del blog en Clarín el 30/12/04.