miércoles, septiembre 19, 2007

Un mundo de azaleas


"¿No vio mis azaleas? ¿No son preciosas?". Eulalia preguntó con la más memorable de las sonrisas. El médico, que la trasladaba en la silla de ruedas hacia la ambulancia, comprobó pronto que esa señora tenía ante todo un gesto optimista. El médico deshizo su sorpresa con un ademán curioso y una respuesta apropiada: "Se ve que las cuida mucho". Mi mamá siempre estuvo orgullosa de su jardín y, sobre todo, de sus azaleas. Las cuidaba con dos de sus rasgos distintivos: dedicación y constancia. Y el resultado era también un motivo para el orgullo propio y la admiración ajena.
Esas plantas -bellas, impecables, prolijas- hablaban de ella, de su mundo de azaleas.
Aquel jueves fue su último día en casa. Después, fuimos al Hospital Británico. Lo demás, es parte de otra historia.
El jardín, ahora, ya cuatro años después, luce la misma prolijidad -gracias a las metódicas manos de Mary, más amiga de mi mamá que empleada- pero ya no habita la alegría en ese espacio. Las azaleas, como esas cosas inexplicables de la naturaleza, jamás volvieron a tener el mismo fulgor.

jueves, septiembre 13, 2007

Gagliardi, mi viejo y yo


En la mesita de luz de mi viejo, en la casa de la calle Melián, además del pequeño banderín de Huracán y alguna estampita, había ocasionalmente algunos libros. Fue así que descubrí a Héctor Gagliardi, ese poeta de la ciudad y del lunfardo, al que Eladio leía y releía hasta sabérselo de memoria. A partir de ese detalle azaroso descubrí --tardíamente-- algunos aspectos de mi papá: cierta bohemia, afinidad por héroes no reconocidos, apego al pasado de un Buenos Aires que ya no era aquel... En esa mesita de luz, sin pretenderlo, brotó para mí también esta nostalgia por una ciudad que no fue mía: la de los tranvías, la de los almacenes, la de los tipos que todavía fiaban, la de alguna siesta, la del barrio y el bar. Sucede: hay casualidades que no son tan casuales. Gagliardi y mi papá lo sabían. Yo estoy empezando a comprenderlo.

A modo de homenaje, de recuerdo, este Chau Tranvía, del irremplazable Gagliardi. Un recorrido por aquel Buenos Aires de mágicas escenas que ya son ausencia y recuerdo:

"De una nerviosa COLITA
¡Era un tranvía... TRANVÍA...
y un serio COCHE MOTOR
con todas mis siete letras...!

Fue que nació un servidor
¡Con mi campana coqueta
en los Talleres CATITA y ventanas que se abrían cuando salí de Zepitalos días en que llovía por la pinta que tenía con arena me frenaron.
Al verme gritó... ¡TRANVÍA...!¡Jamás me descarrilaron, orgullo de mi estación, serio, eficiente, seguro, y me fui a Constitución
con mi motorman de LUGO compadreando por la vía...!
y guarda de CATANZARO...!
Lo recuerdo mes de Abril
¡Pero todo en esta vida por el año veintitantos no puede seguir de moda
el Federico a los saltos se vino la
"NUEVA OLA"
vestía de perejil de las calles presumidas...!

En cambio yo, de marfil ¡Todas igual que Florida luciendo faja marrón querían su independencia, me ajustaba el pantalón molestaba mi presencia como varón de alto rango...y me hicieron a un costado
¡Si entre el LACROZE y el ANGLO como pariente arruinado no había comparación...!
¡que confiesa su indigencia...!
Mi vida se deslizaba ¡De aquel marfil y marrón serenita por la vía que fue mi orgullo de antaño que en esos tiempos tenía me pintó color estaño la gente que la cuidaba una tal... CORPORACIÓN...!
Fui línea cuarenta y tres
¡Y en el Panteón del olvido de la BOCA a PLAZA FLORES me confinó
BUENOS AIRES...!

Y con la dos fue mi troley ¡Tal vez, me lloren las calles curioseando hasta LINIERS;
que jamás he recorrido...!
con la nueve, anduve un mes
¡Sólo el acero pulido RETIRO a CONSTITUCIÓN; de mis vías desoladas
no hubo esquina, ni balcón, certifica en las barriadas calle, buzón ni cortada el recuerdo de un... TRANVÍA...!
Que mi paso no saludara
¡QUE CADA NOCHE PONÍA..
con sincera admiración...!
EL TALÁN DE SU PASADA...!"