sábado, abril 26, 2008

El cielo gira


En Aldealseñor, un pueblo de Soria, España, quedan sólo 14 habitantes, la última generación de mil años de historia ininterrumpida. Hacia allí fue ella, la directora del documental, Mercedes Alvarez, tras los pasos de su gente, tras su identidad, para reconstruir el rompecabezas de su infancia, para darles vida a los que impulsaron la de ella, para rendirles homenaje a quienes ya no están. El resultado es una entrañable película, El cielo gira, en la que encontré un espíritu idéntico al de este Blog: la voluntad del merecido tributo a las raíces.

Cine:


Un fragmento de El cielo gira.

Más:
Detalles de la película, en IMDB.

martes, abril 01, 2008

En un rincón de Núñez y de la infancia


Defensores de Belgrano fue, es y será para siempre un encatador pedazo de mi vida. Allí, en la vieja canchita de papi que ya no está, la del corner de la tribuna que da a IMOS, jugué varios de mis mejores partidos de fútbol, cuando iba a la Colonia del Club. También en ese escenario en el que a los compañeros de equipo se los elegía luego del ya desaparecido pan y queso conocí a varios amigos de los tiempos de niño: como Pablito Corigliano y Damián Onzari, acompañantes en las primeras tropelías. O como el Armenio Emiliano Chimchirian, ya en los primeros años de la adolescencia. O como tantos personajes que, a la distancia, adquieren un carácter entre mágico y difuso.

Vívía en la casa de Campos Salles, a tres cuadras y media de la estación Núñez. Siempre fui hincha de Huracán, pero ir a Defe formaba parte de la agradable rutina barrial. Y por añadidura, en paralelo a la militancia quemera, brotó con naturalidad un espacio rojinegro en el corazón. Claro, Defe era el lugar en donde el mundo del fútbol se revelaba. Ver los botines del Torito Zuviría, saludar a Hugo Cantero, desearle suerte a Reginaldo y hasta jugar a las cartas con Fabio Sánchez y Fumaroni, un delantero juvenil que solía ir al emblemático solarium de la pileta del Club, era parte de ese fascinante ambiente. Incluso mi hermano Alejandro, mi ídolo deportivo de ese tiempo, jugaba en las inferiores hasta que comenzó el CBC.

En el Club, también, descubrí las primeras chicas guapas de la vida. Esas historias de Primaria que invariablemente nadie olvida porque conducen al beso inaugural. Carolina, Romina, Roxana, Aída... Aquellas inocencias sin interrupción.

Esto, entre otras cosas, es Defe para mí. Por eso, cuando Martín Sánchez --talentoso y sensible periodista de Clarín-- se decidió a escribir el Libro del Club y me convocó para que redactara el capítulo de los tiempos fundacionales lo tomé como un regalo bendito. Fue como un homenaje a aquellos días, a aquel rincón de Núñez y de la infancia.

Lo que sigue es el primer tramo de ese texto.

El sueño de los héroes
Era un Buenos Aires en el que el Carnaval tenía el valioso significado que el tiempo y algunos hábitos modernos deshicieron. El carnaval era, en las primeras décadas del siglo pasado, como lo contó Adolfo Bioy Casares en El sueño de los héroes. Una suerte de berretín entrañable e inevitable, con alegrías y excesos, con el culto por la amistad y por la juerga.

El carnaval recorría los barrios, con su color y sus misterios, con sus guapos y sus minas. En 1906, en el barrio de Belgrano, empezó --entremezclado con el carnaval-- la vida de un club ya centenario. En el libro Club Atlético Defensores de Belgrano: Historia de una pasión se relata: "Una barra de amigos alegra el corso y se gana el corazón de los vecinos. Habían conformado una ruidosa comparsa y con esa mezcla de espíritu alegre y picardía en sus canciones, donde la armonía musical importa menos que el mensaje cargado de doble sentido, redondean una exitosa actuación".

Según cuenta la historia y también la leyenda, el 25 de mayo de 1906, el día de la fundación del club, había dos grados de temperatura a las seis de la mañana. Aquel mismo grupo de jóvenes entusiastas, que había llamado toda la atención con su bullicio en pleno carnaval, se reunió en la esquina de Monroe y O'Higgins para poner en común un deseo compartido: jugar al fútbol. Y para no tener que esperar hasta el carnaval siguiente, deciden fundar un club al que resuelven llamarlo Defensores de Belgrano Foot-ball Club.

Todos ellos tenían una prioridad lúdica. Sólo los movilizaba el deseo de jugar al fútbol en la plaza del barrio, entonces ubicada entre las calles Nahuel Huapí, Arcos, Guanacache y O'Higgins, y participar en las Ligas Independientes de Buenos Aires. El primer presidente elegido Juan Pasquale, al que secundaron Miguel Giacomelli, Jaime Cortella, Eduardo Molinari y Francisco Sasso. Cuatro horas después del comienzo de la reunión, y cuando el termómetro ya no mostraba la inclemencia de los dos grados, ellos ya tenían un acta fundacional de diez puntos. El espíritu de aquel reglamento es también un mensaje para este tiempo: "Formar una única comunidad de belgranenses, buscando el bien común, la fraternidad, y el alto espíritu de solidaridad que aquí nos convoca. Y alimentar los sueños de grandeza que el barrio y cada uno de sus habitantes merece, enriqueciendo su ya distinguido acervo cultural".

Luego de ese día fundacional, la institución fue tomando forma, pero siempre con la bohemia involucrada. Las primeras reuniones y asambleas, por ejemplo, se desarrollaron entre las achuras y los costillares de la carnicería de los hermanos Pasquale. Sin embargo, la primera sede provisoria fue el local de O'Higgins y Monroe. Y desde allí salió el primer equipo que vistió la camiseta de Defensores de Belgrano, integrado por: Juan Bramante; Carlos Puriccelli y Juan Pasquale; Pedro Luna, Felipe Bordegaray y Santiago Ravizza; Raúl Bonahora, Ramón Puente, Arnulfo Leal, Mariano Acerbi y José Alejandro Pasquale. Como suplente, José Giulidore...
En un principio la camiseta era de color celeste con vivos rosas. Pero luego cambió por los definitivos rojo y negro, que tomó de un club que se había fundado en Montevideo, unos meses antes, llamado entonces Misiones Foot-ball Club. El mismo club al que hoy se conoce como Miramar-Misiones.

La primera cancha estuvo en la en la actual Plaza Alberti, en el barrio de Belgrano. Pero en 1910 la perdió porque la municipalidad remodeló la plaza. En esta cuestión, la historia nos ofrece dos versiones. Una cuenta que gracias a las gestiones del Sr. Berón de Astrada ante las autoridades municipales, se logró el otorgamiento de un terreno dentro del predio que ocupaba la Sociedad Sportiva, donde hoy se encuentra el club. La otra sostiene que el Barón Demarchi, Director de Paseos de la Municipalidad de Buenos Aires y gran amigo de Jorge Newbery (también inspirador y mecenas de Huracán en sus días fundacionales), ofreció una fracción de tierra ganada al río, un predio situado entre las calles Republiquetas, Blandengues y el Arroyo Maldonado. A partir de entonces, fue clave el consejo de Angelito Pasqueale, hermano del presidente del club, quien aconsejó elegir la esquina que forma el Arroyo Medrano (hoy entubado y que corre debajo de la calle Comodoro Rivadavia) con la Avenida Blandengues (hoy Avenida del Libertador). En aquel tiempo, esa esquina que era un retazo de barro.

La razón que inspiraba a Angelito era sencilla: aprovechar las gradas de madera que la Municipalidad había dejado allí apiladas, tras el del desfile militar del centenario de la patria. Así, los tablones terminaron siendo las primeras tribunas y con ellos se construyeron las casillas que se utilizaron como vestuarios. Y así se hizo. Con el esfuerzo de socios, jugadores, dirigentes e hinchas, que trabajaron de sol a sol a cambio del orgullo de pertenencia, el club tuvo su cancha definitiva...

Fuentes:
"Club Atlético Defensores de Belgrano: Historia de una pasión" (de Román Queiroz).
"Historia del Fútbol Amateur en la Argentina" (de Jorge Iwanczuk, 1992).
Sitio web del club: www.defe.com.ar.
Boletines del Centro de Investigación de la Historia del Fútbol (CIHF).
Oscar Barnade, historiador y periodista de Clarín.