viernes, mayo 02, 2008

Melián, Platense, el Polaco y La Sirena


Saavedra, en su difuso límite con Coghlan, fue la escenografía de toda mi adolescencia. Nos mudamos a la casa de Melián, a la vuelta del emblemático restorán La Sirena, cuando tenía 13 ó 14 años. Para volver del San Román me tomaba el 130, cuando todavía lucía su condición de tricolor: azul, rojo y blanco. También pasaban (y siguen pasando) el 76, que me llevaba a La City y a Federico Lacroze, y el 67, que me trasladaba primero a la Cultural Inglesa de Belgrano y luego al diario, allá lejos en Constitución.
Allí, en ese Saavedra tan porteño y tan propio, desarrollé ritos barriales que ya son imposibles: ir a comprar El Gráfico y/o la Sólo Fútbol, el lunes a la noche, recién llegados al kiosko de la Avenida; o pasar por la casa de videojuegos en los que todavía estaba el ochentoso Ms. Pac Man; o buscar la pizza en la esquina de Crisólogo Larralde y Del Tejar, cuando el delivery no era todavía una comodidad; o pasear a Dandy o a Otto por el Parque Saavedra; o escuchar mitos y leyendas del Polaco Goyeneche, asiduo concurrente a La Sirena; o simpatizar por cercanía con algunas circunstancias históricas de Platense; o... (continuará)

Lo que sigue lo publiqué en Clarín, en abril de 2002. Y tiene que ver con esa herencia de los días de ese difuso límite entre Saavedra y Coghlan:

Platense es paradigma del club barrial, una suerte de fervor de Buenos Aires criado en Saavedra y luego volcado a su frontera más cercana, Vicente López. Es el club del Polaco Goyeneche, el del sabor a tango, el que se fundó con espíritu burrero, el 25 de mayo de 1905: ese caballo ganador de nombre Gay Simon permitió sumar los primeros billetes para construir un equipo de fútbol; el jockey fue el inspirador de los colores de la camiseta, marrón y blanco; y el stud le aportó su nombre, Platense. Ese club entrañable que tuvo su estadio primero en Manuela Pedraza y Blandengues y luego en Crámer y Manuela Pedraza, ahora sufre más de lo que goza al borde de la General Paz.
Platense es ese club que debutó en Primera en 1913, en tiempos del amateurismo, que fue subcampeón en 1916, que coqueteó con su gloria más grande en el Metropolitano del 67 cuando el Estudiantes de Osvaldo Zubeldía lo eliminó en semifinales tras un partido épico, que terminó 4-3. Platense es el mismo que cobijó figuras como Eduardo Oviedo, Julio Cozzi, Antonio Báez, Miguel Juárez, Raúl Grimoldi, Carlos Bulla, Sebastián Gualco, Santiago Vernazza, Carlos Alfaro Moreno, Eduardo Coudet. Platense es el mismo que se pasó buena parte de su vida riéndose en la cara al descenso: como en el 77, el 78, el 79, como en casi cada año de la década del 80, como en ese 1986 del Pampa Gambier y la definición con infartos contra Temperley, en desempate. Platense es el equipo que alimentó su fama, casi con carácter de leyenda, de Fantasma del descenso rompiendo cualquier pronóstico de adiós. Platense es también ese equipo que hoy padece su descenso, el segundo en tres temporadas, el primero a una tercera categoría. Por eso el sábado —20 de abril de 2002— quedará como el más triste de su historia, el día que hirieron de muerte a ese fantasma peligroso para los rivales y querible para todos.