martes, junio 17, 2008

Finding the Euro

Dinamarca, sorprendente campeón de la Eurocopa en 1992.

Roberto Fontanarrosa solía contar que para él los espacios temporales de referencia estaban vinculados con los Mundiales de fútbol. A muchos nos pasa algo parecido. En mi caso particular, además, podría agregarle a un torneo presuntamente ajeno: la Eurocopa.
El primer recuerdo no tan difuso está asociado con la camiseta de Holanda en la edición de 1988. Con Leandro Sessarego, compañero en tiempos del primario en el Manuel D'Alzon, coincidíamos en que era la mejor de todos los tiempos: tenía distintos tonos de naranja, figuras geométricas, todo una novedad para esos días.
En la de 1992, que se jugó en Suecia, me hice hincha del equipo imposible, Dinamarca. Y con un Schmeichel impresionante se consagró tras arribar como invitado por azares geopolíticos (la exclusión de Yugoslavia). Recuerdo haber llegado tarde a la práctica del equipo del San Román, a consecuencia de quedarme a ver la final frente a Alemania. Me sentí un talismán de aquella consagración.
La de 1996, en Inglaterra, me invita a rememorar mis primeros días en Clarín: vi la final, con Olivier Bierhoff como superhéroe, en la redacción. Y me sorprendí: a casi nadie en la Sección Deportes le importaba mucho el desenlace del partido decisivo entre Alemania y la República Checa. Primero, me pareció insólito. Más tarde leí El Diario de la Argentina, un libro mordaz del impresentable Asís... Y comencé a comprender.
La edición de 2000, jugada en Bélgica y Holanda, la observé más desde el lugar periodístico y del juego. El éxito de Francia era entonces un atentado para mi sensación de que la Argentina del admirable Bielsa era el mejor seleccionado del mundo. Zidane y compañía parecían los dueños del mundo futbolístico, luego de consagrarse como locales en el Mundial de 1998.
A la Euro de 2004, en Portugal, soñé con ir a verla; pero no pudo ser. Y el título de Grecia resultó, luego, inspirador para cada torneo en el que participó mi querido Huracán: pensaba que si ellos pudieron construir un milagro futbolero, todos podemos.
Y ahora, la versión 2008, me convoca a recordar las visitas compartidas con mi mamá Eulalia a esos territorios suizos y austríacos que serán sede de este "Mundial sin Argentina ni Brasil" (esa suerte de lugar común razonable con el que se la suele referir a la Euro). Por todo eso, este torneo para mí tiene también las propiedades de un espejo, un lugar en el que me puedo observar y repasar distintas etapas; y hasta reconocer variadas personas que fueron parte de esos días en los que el campeonato europeo de naciones resultaba una geografía parecida a Neverland.

Osvaldo Bayer, estupendo periodista e historiador, escribió el siguiente texto vinculado a la Eurocopa 2008 en el diario Página 12, el sábado 7 de Junio de 2008. Se trata de un retrato del lado menos grato, que existe, pero que no se exhibe...

Mucho circo y poco pan

Desde Bonn, Alemania.
Toda Europa se prepara para el Campeonato Europeo de Fútbol que comienza hoy. Si comparamos los espacios en los medios de comunicación que se le han dedicado a la Conferencia Mundial de Alimentación que acaba de finalizar con las páginas y páginas que se dedican a los comentarios y reportajes de fútbol, son diez a uno. Diez para el fútbol y uno para el hambre mundial que esa conferencia ha dejado en claro: 800 millones de seres humanos padecen hambre en el mundo; la mayoría, por supuesto, niños. Diez goles a uno: toneladas de papel sobre jugadores, pronósticos, entrenadores, hinchadas. Otros diez golazos en contra para los pobres del mundo.
Que los hay en todos los países. Desde el primer mundo hasta el tercero, cuarto. Sí, leamos por ejemplo el informe de la Asociación Federal de la Mesa Alemana. Es una organización de ayuda a hombres, mujeres y niños que no pueden alimentarse bien por falta de medios. Actualmente, se atiende a 800.000 necesitados en toda Alemania. Se les entrega pan, productos lácteos, fruta y verdura. La razón de este aumento de pobres es la suba que han tenido últimamente los precios de alimentos. Justamente ayer, viernes, se instaló la llamada “mesa larga de la solidaridad”, de 200 metros de largo, en Magdeburgo. Eso se llama verdadera solidaridad. Esta organización comenzó en 1993 en una ciudad y hoy ya hay 785 filiales en las diversas regiones alemanas. Tienen 35.000 ayudantes voluntarios que solicitan a los supermercados, panaderías o carnicerías la donación de productos sobrantes. El presidente de esta organización, Gerd Häuser, declaró a la revista Stern: “La red social no existe más en Alemania. Muchos que reciben del Estado ayuda por desocupado y jubilado, pero también madres solas con hijos, ya no llegan a comer todos los días sin nuestra ayuda”. Agregó que “cada vez aumenta más el numero de niños y los adolescentes que necesitan ayuda. Ya están llegando a una cuarta parte de los que vienen a nuestras mesas. En algunas ciudades llegan ya hasta el 40 por ciento”.
Pienso en la Argentina. En los generosos comedores infantiles que se han ido organizando en casi todos los barrios pobres, a los cuales hay que ayudar. Sí, en el país de las espigas de oro. Hambre, hambre.
El gobernador de Buenos Aires, Scioli, ha dicho hace algunas horas: “Con los alimentos no se jode”. Claro que no. Justamente lo que pasa en la Argentina, donde se ha volcado, como protesta, leche a las zanjas, ha ocurrido en estos días en Holanda y Alemania. Una revista alemana muestra cómo en Holanda se han bañado chicos y grandes con leche derramada por los productores. Que se derrame la leche, que se arrojen a las carreteras los cereales, habla de falta de sentido de respeto a la vida. ¿Por qué esa leche no se llevó gratis a las escuelas y a los comedores infantiles y de adultos o se repartió en los barrios pobres? Lo mismo con los otros productos que se tiraron a la basura. Hubiera sido más directa y simpática dicha protesta si hubieran llamado a la puerta de cada casa y obsequiado a cada uno un vaso de leche. Pero claro, el problema no se reduce a la leche que tiraron o no. No se jode con los alimentos, pero también hay que empezar a gritar: no jodan con la tierra, no jodan con los bienes que pertenecen a todos. Con retenciones o no retenciones no se soluciona el problema fundamental, sino con una reforma agraria bien estudiada, de fondo, en libertad y debate. Por ejemplo, impedir propiedades de tierras mayores a treinta mil hectáreas –como principio– y propender a la formación de cooperativas agrarias con los verdaderos trabajadores de la tierra. Una sociedad verdaderamente democrática no puede permitir que sean las empresas pulpos las que nos digan cuánto tendremos para comer y cuánto se dará para biocombustibles, o se siembre sólo aquello que les da más ganancias. La tierra es un bien público y no de las tendencias del mercado. Son las necesidades de todos los habitantes las que tienen que regir y no de aquellos que paran por unas horas en Puerto Madero. Con la tierra no se jode, tendría que ser el lema argentino.
Lo hemos podido comprender en la reciente Cumbre Mundial sobre la Alimentación, en Roma. Donde concurrieron 40 jefes de gobierno y 4747 delegados. (Nos imaginamos lo que debe haber costado ese encuentro.) Bien, pero ¿qué se resolvió? Primero digamos que por lo menos se comprobó de acuerdo con cifras oficiales que 850 millones de habitantes viven todos los días con hambre y están desnutridos. Que más de una cuarta parte de la suba de precios de los alimentos se debe a los negocios especulativos que se hacen con ellos. (Los argentinos debemos tener bien en cuenta justamente eso y preguntémonos: quién hace los negocios especulativos.)
Quedó claro en la reunión esto de las especulaciones cuando se puso el ejemplo de Ucrania, donde subió de pronto el precio del trigo en un tercio cuando se resolvió dedicar más tierra al cultivo de la colza. O cuando Bush anunció que se iba a promover el bioetanol e instantáneamente se duplicó el precio del azúcar. El Banco Mundial ha declarado que cuando se propuso el aumento de las llamadas “plantas energéticas”, subió el precio de los alimentos entre el 30 y el 70 por ciento. Oficialmente se dijo que hay peligro de hambre en treinta y tres países. Lo dijo en el Congreso el representante de la organización de Ayuda contra el Hambre en el Mundo: “En esta reunión se tendría que haber discutido el peligro de las prácticas comerciales que distorsionan la seguridad de la alimentación de los países en desarrollo.” No, eso no se hizo. Porque, ¿quién le pone el cascabel al gato del sistema? Es un papel que, sin ninguna duda, tienen que tomar en sus manos las organizaciones de derechos humanos del mundo entero, porque nada se puede esperar de delegados que sirven como lacayos de los gobiernos. Es un papel que desde hace mucho tiempo tendrían que haberlo tomado también las iglesias. Pero hasta ahora han dado como única solución recomendar ponerse a rezar. O embellecer todo con palabras que parezcan profundas. En el actual conflicto argentino, el cardenal Bergoglio ha pedido a las partes en litigio un “gesto de grandeza”. ¿Gesto de grandeza a quienes siempre aspiran a ganar más? El mismo cardenal ha empleado la palabra “concordia”. ¿“Concordia” a un sistema que nos ha llevado a esto? Multimillonarios y pobres de pan duro.
No, los problemas hay que solucionarlos y tienen que prevalecer las búsquedas de soluciones para los problemas de los que no tienen ni siquiera para ponerles un pan en la mesa a sus hijos. Porque si no la “concordia” a la que se llegue en la Argentina va a merecer el título que el diario alemán Frankfurter Rundschau le acaba de dar a la conferencia de la Alimentación de Roma: “Gran circo y poco pan”. Ninguna receta contra el hambre.
¿Para eso se gastó tanto en este congreso? Casi cinco mil delegados para ese resultado final.
Pero no todo está perdido, como siempre, el destino nos trae de pronto un hecho humilde, pero logrado con todo coraje civil. Me llega un mensaje de que en Lanús, en mi país argentino, se cambió oficialmente el nombre de la calle coronel Federico Rauch por el nombre de un obrero de ese barrio desaparecido en 1976. Asistió el intendente al acto cumpliendo así la resolución del Concejo Deliberante. Se cumplía así un sueño. Terminar con la glorificación de ese militar mercenario contratado por Rivadavia “para exterminar a los indios ranqueles”. A los cuales degollaba “para ahorrar balas”, como lo dice en sus comunicados. En 1963 pedí en la ciudad bonaerense de Coronel Rauch que el pueblo votara otro nombre. Por ese pedido fui preso 63 días ya que el ministro del Interior de la dictadura militar de ese tiempo era el general Juan Enrique Rauch, bisnieto directo del mercenario. Y ahora en Lanús, a 45 años de mi pedido, se daba el primer paso para bajar del pedestal a quien iniciaba una línea que iba a terminar con la matanza de Roca, que iba a dar el paso a la repartición de la tierra y al origen de los dueños de la tierra que hoy obligan a marcar el rumbo de nuestra economía.

sábado, junio 07, 2008

Espíritu papelero


El Día del Periodista fue establecido en 1938 por el Primer Congreso Nacional de Periodistas celebrado en Córdoba, en recuerdo del primer medio de prensa con ideas patrióticas. El 7 de junio de 1810 Mariano Moreno fundó la "Gazeta de Buenos Ayres", primer periódico de la etapa independentista argentina. Sus primeros redactores fueron Mariano Moreno, Manuel Belgrano y Juan José Castelli.

El Día del Periodista resulta también, claro, el Día de Osvaldo Ardizzone. Porque él fue, sobre todo, un irrepetible. Un personaje tan único que se convirtió en paradigma del periodismo bien escrito. Un hombre de las redacciones y de la bohemia. Lo conocí a través de lo que me contaron quienes compartieron sus días y sus noches, como Héctor Cardozo y Horacio Pagani. Era un tipo sensible, lúcido, frontal, entrañable. Un grande sentado a la mesa de los notables con Roberto Arlt, García Márquez, Rodolfo Walsh, Osvaldo Bayer, Osvaldo Soriano, Juan Gelman... Falleció el 8 de enero de 1987. Nadie lo olvidó.

Lo que sigue es una de sus columnas llamadas Hombre Común, publicada en junio de 1980, en la revista Goles Match. El, mejor que nadie, contó el Día del Periodista. O como tituló su texto: "El día de los papeleros".

Quería contarte, Juan, que el último sábado anduve ahí de festejos... ¿Juergas? No... Bachín de frente. Medio tuco y medio al pesto rociado con una variedad "de la casa" de las capas etílicas de los Greco que recién se hace amigo en la cuarta botella... ¡Qué vas a hacer, Juan! El triste fin de un enólogo... Antes, en las celebraciones, el pedigreé del vino te lo denunciaba el corcho añejo. Ahora, para abreviarte el
trabajo de investigación, te baten que la tapa de hojalata es la más moderna...
Fijate vos, Juan, nos reunimos unos cuantos "muchachos" para conmemorar el día del periodista, el día nuestro, el de los "papeleros" -como nos bautizaron los sagaces filólogos del lunfardismo- y el tema de la noche fue, justamente, ése. El aditamento del calificativo "moderno" para justificar todo tipo de pseudo y artificioso vanguardismo...
Y, como era natural, de la enología con tapa de hojalata, pasamos al laburo nuestro... ¿Sabés que ese bautismo de "papeleros", además de ocurrente, es el más acertado? Porque el periodismo siempre fue el afectuoso matrimonio de una hoja de papel y una máquina de escribir. O el encuentro de una hoja de papel y una pluma de ganso, mucho antes que inventaran la typerwriter. Al cabo ¿qué es un periodista sin
papel y sin tinta?
Hace un par de semanas se presentó en la redacción un pibe que, entre el bagaje de sus dudas, traía esa misma pregunta... Nos contó que pertenecía a la Universidad de
Lomas de Zamora, donde le habían encargado un trabajo sobre ese tema... Y, frente a un pibe de veinte años que te observa con los ojos asombrados y ávidos de respuestas, te tenés que despojar del saco, de la camisa, y ofrecerle al strip tease de tu mayor sinceridad...
¡Vos querés escribir, no, pibe? -le pregunté. No, porque aunque parezca pintoresca la pregunta, si querés ser periodista, no es imprescindible que escribas... Se pueden leer noticias, hacer reportajes y preguntar, por ejemplo... "¿Qué opina usted de la popularidad?". O entrevistar a la reina del sorgo y sorprenderla con una aguda requisitoria como podría ser... "¿tiene usted novio?", o, en una de ésas... "¿es usted feliz?" ¡Hay tantas preguntas importantes para hacer! Además, pibe -le advertí-ni te imaginás la competencia que tendrás que enfrentar... ¿Por ejemplo, vos entendés de horóscopos, con preferencia en el aspecto sentimental? ¿Sabés decir, en el momento oportuno, un colalogo y volvemos?
Y volviendo al festejo de "nuestro día", te confieso que "el perlado de la casa" concluyó por sumirme en una densa melancolía... ¿Y a qué te lleva la melancolía? A la nostalgia... Entonces ni se como recordé -y lo comenté en la mesa- unas palabras que decía mi abuela cuando alguna de las muchachas casaderas del ghetto gringo, era festejada por unos de esos periodistas de aquel tiempo... Uno de esos tipos introducidos en un paletó ya raído, de ojos soñadores que parecían más profundos en la palidez hambruna de su cara angulosa. ¿Periodista? -preguntaba la abuela con acento profético... "Per la fame a persola vista", concluía en su dialecto invadido
de cocoliche. "Por el hambre perdió la vista". ¡Sí viviese la abuela!
No, abuela, ya no son más aquellos escuálidos idealistas de la sempiterna bohemia un tanto anárquica "que perdían la vista" en aquellos ayunos y en aquellas interminables vigilias en las que solían frecuentar el trato de los maestros, a la luz macilenta de un humeante quincé... Ya no sueñan con la encendida defensa de sus improstituibles convicciones. Queda muy poca lírica, abuela. Ahora, prevalecen más las ambiciones que los sueños... Hay otro espécimen que tipifica la profesión. Por otra parte, con un mínimo caudal de notoriedad se puede ser "firma" apetecible... Basta con llamarse Menotti, por ejemplo. O, en todo, caso, Vilas o Reutemann, o podría llamarse Omar Sívori... Una especie de Jet Set del periodismo, que nada tiene que ver con la esencia "papelera". ¡Ah manes de Frascarita, de Borocotó, de Last Reason, de Roberto Arlt...!
Después, quedan los profesionales en mimetismo político, los "hábiles" en promover campañas sutiles, los "gourmets" del reportaje, los expertos en la problemática "a nivel de pareja", los abnegados consejeros de la familia unida, los compla- cientes advenedizos, los que están enemistados con el idioma, los que se ponen palabras como camisas...
Estaba ya alta la madrugada cuando nos despedimos. En los quioscos ya estaban ordenando el tributo cotidiano que vomitan las gigantes rotativas. Noticias, noticias, el mundo, la Vida... Éramos cuatro los protagonistas del anónimo festejo... Los cuatro compramos el diario, como siempre, como toda la vida... "Fíjate lo que te predice el horóscopo" -me dijo Antonio con expresión burlona-. "En una de ésas, quien te dice, te toca echar buena..."
¿Y querés una confesión, Juan? Cuando me hube instalado en el tren que me lleva a mi refugio sureño, disimuladamente, le eché una mirada a Escorpio... "Gran semana para intentar negocios" -alcancé a leer-. "A nivel pareja, plenitud de sentimientos amorosos en los días ocho y nueve". Y agregaba el vaticinio... "Cuidado con el día diez", presagio que, para que te voy a negar, me preocupó bastante... ¿Vos te reís, Juan? ¡Qué vas a hacer! Uno concluye por adaptarse, como con las cepas etílicas de los Greco añejadas con tapitas de hojalata...
¡Ah, me olvidaba...! ¿Sabés que le dije al pibe de la Universidad? Que le meta adelante con el periodismo. Que es la mejor profesión del mundo. Más que periodista, "papelero". Una hoja de máquina, un papel y... un montón de sueños... ¿Ouerés que te diga una cosa? Tenia la cara limpia y hasta le escuché el sonido cristalino de esa campana que todos los "papeleros" llevamos adentro...

martes, junio 03, 2008

Anónimo superhéroe

Leonardo Almanza define ante Sanmartino y con ese gol mandará a Excursionistas a la Primera C. Sucedió el 27 de mayo de 1995, en la cancha de Platense. Se trató de una tarde feliz para un barrio feliz, mi queridísimo Núñez de la niñez.

El siguiente texto lo publiqué en Clarín, en el suplemento deportivo del 2 de junio de este año. Se trata de un homenaje a quien permitió aquella alegría de hace 13 años, en plena adolescencia:

Almanza, el Poy del Bajo Núñez

Leonardo Almanza nunca jugó en la máxima categoría del fútbol argentino. Sin embargo, tiene su propio día en la historia: el 27 de mayo de 1995, hizo dos goles para Defensores de Belgrano en el último Clásico del Bajo, ante Excursionistas. La consecuencia fue devastadora para el club de La Pampa y Miñones: descendió a la C y nunca pudo regresar. Incluso este año corrió riesgo de descender a la D, la última categoría de la AFA, por primera vez en sus 98 años.
Para los hinchas del club del Bajo Núñez, aquel triunfo resultó el más importante de la historia reciente de Defe, que ahora milita en la Primera B. No sólo eso: cada mes de mayo se celebra en la cancha de Comodoro Rivadavia y Avenida del Libertador la Copa Almanza, un torneo entre hinchas para evocar aquel encuentro disputado en Platense. El año pasado el rito incluyó la participación de Almanza, quien como en aquella tarde de 1995 definió ante la salida de un arquero ocasional para delirio del pueblo defensorista. Algo parecido a la fiesta que desarrollan cada 19 de diciembre los hinchas de Rosario Central con la Palomita de Poy, por aquel gol ante Newell's, en 1971, en el Monumental.
Almanza nació el 22 de enero de 1974, en Merlo. Llegó a Defensores en 1993 y jugó hasta 1995. En 1998 regresó por un puñado de partidos. En total, disputó 33 encuentros e hizo apenas cuatro tantos. También se puso la camiseta de All Boys, Temperley y Deportivo Italiano. Entre la segunda y la tercera categorías, actuó en 101 encuentros y convirtió 18 goles. El también sabe que aquellos dos gritos bajo el cielo de Vicente López no tendrán olvido. Por las dudas, de todos modos, los hinchas de Defensores de Belgrano se lo recuerdan todos los años, cuando llega mayo y brota la añoranza inevitable. Como sucedió ayer.