jueves, enero 22, 2009

Sobre la fidelidad


Leyendo Notas de Prensa I, de Gabriel García Márquez, me encontré in situ con su admiración por Pablo Neruda, de quien alguna vez dijo: "Es el más grande poeta del siglo XX en cualquier idioma". Harold Bloom, el implacable crítico, lo calificó al poeta chileno con una frase que no reconoce dobles lecturas: "Ningún poeta del hemisferio occidental de nuestro siglo admite comparación con él". Premio Nobel de Literatura en 1971, hombre de izquierda, diplomático, amigo generoso según quienes lo tuvieron cerca, admirado sin saberlo en detalle... Cuando lo galardonó la Academia Sueca, recuerda en sus memorias: “El anciano monarca nos daba la mano a cada uno; nos entregaba el diploma, la medalla y el cheque (...) Se dice ( o se lo dijeron a Matilde para impresionarla) que el rey estuvo más tiempo conmigo que con los otros laureados, que me apretó la mano con evidente simpatía. Tal vez haya sido una reminiscencia de la antigua gentileza palaciega hacia los juglares”. Hijo de José del Carmen Reyes Morales, obrero ferroviario, y Rosa Neftalí Basoalto Opazo, maestra de escuela fallecida debido a una tuberculosis cuando Neruda tenía un mes de edad, el escritor vivió una vida despojada de ostentaciones. Su fuerza, su impulso, sus búsquedas estaban en las palabras; en esas palabras que sabía ubicar mejor que casi nadie.
Estoy en Chile, ahora. Al sur, en la Región Magallánica. Y aquí, en Seno Otwey, un montón de pingüinos conviven en paz. Con una particularidad que los hace mejores: no se conoce ningún pingüino magallánico que haya engañado a su pareja. Se reconocen por las huellas de cada sonido único, personal, irrepetible. Caminan, con ese andar tan manso; sólo alterado por la incomodante presencia humana. Parecen preguntarse el motivo de las invasiones. Miran, nunca del todo acostumbrados. No saben, sospechamos, que algùn día entre sus tantas inspiraciones Neruda les escribió un delicioso poema. Un homenaje para ellos que desde el borde de ese océano en el que conviven en paz nos explican de qué se trata la fidelidad.

Pingüino
(Spheniscus Magellanicus)

Ni bobo ni niño ni negro
ni blanco sino vertical
y una inocencia interrogante
vestida de noche y de nieve.

Ríe la madre al marinero,
el pescador al astronauta,
pero no ríe el niño niño
cuando mira al pájaro niño
y del océano en desorden
inmaculado pasajero
emerge de luto nevado.

Fui yo sin duda el niño pájaro
allá en los fríos archipiélagos:
cuando él me miró con sus ojos,
con los viejos ojos del mar:
no eran brazos y no eran alas,
eran pequeños remos duros
los que llevaba en sus costados:
tenía la edad de la sal,
la edad del agua en movimiento
y me miró desde su edad:
desde entonces sé que no existo,
que soy un gusano en la arena.

Las razones de mi respeto
se mantuvieron en la arena:
aquel pájaro religioso
no necesitaba volar,
no necesitaba cantar
y aunque su forma era visible
sangraba sal su alma salvaje
como si hubieran cercenado
una vena del mar amargo.

Pingüino, estático viajero,
sacerdote lento del frío:
saludo tu sal vertical
y envidio tu orgullo emplumado.


Post publicado desde Punta Arenas, Chile.