jueves, octubre 23, 2008

La última velita


Sucedió el 16 de octubre de 2004, una semana antes del adiós de Eulalia, mi madre:

Ella esperó, ya sin palabras, mi cumpleaños.
Ella dejó espacio para ese festejo.
Para esa mano entonces agrietada.
Para ese contacto irrepetible, mínimo, perpetuo.
Miró con los ojos que pudo.
Los cerró, tenues, para dar fe del encuentro.
El último soplido acompañó la torta íntima.
Apagamos la única velita, solos, juntos.
Para siempre.