miércoles, agosto 06, 2008

N'Kosi Sikelele Africa


Contrastes de cada esquina
Johannesburgo es también un territorio de contrastes. No hay matices: el Mercedes Benz flamante, carísimo y blanco es un extremo; en el otro, a unos 10 metros, dos jóvenes flaquísimos de no comer miran el auto desde el último retazo de sol de la tarde. Y así, como esa escena se ven a cada paso incluso a un puñado de cuadras del lujoso Sandton Sun, donde se hospedan Los Pumas que el sábado enfrentarán a los Springboks.
Esta ciudad es la capital de la provincia de Gauteng, la más rica del país y la cuarta economía del Africa subsahariana. Tal vez por eso, para los zulúes, Johannesburgo es simplemente iGoli (lugar de oro). Sin embargo, para muchos otros habitantes del lugar, siempre tendientes a abreviar palabras, es "Joburg" o "Jozi".
En Sandton, la geografía donde habitan los que más dinero tienen, hay edificios gigantes y modernos centros de convenciones; shoppings y autos de lujo. Pero también asoma la otra cara por sus calles prolijas: la de los desamparados y excluidos que piden un rand para sumar varios y comer lo que se pueda. Sucede acá, en el rincón más favorecido, de la ciudad más rica de la primera economía de Africa.


Regina Church, en Soweto.

Bajo el cielo de Soweto
No es un día más bajo el cielo de Soweto. El sol tibio agrada y no parece una casualidad: se trata de la tarde perfecta para cada uno de esos chicos que, ahora, tienen cerca a quienes nunca tuvieron cerca. Bryan Habana, el mejor rugbier del último Mundial, se revuelca por el piso con ellos. Cerca del impresionante wing sudafricano, miran asombrados dos de los integrantes de Los Pumas, Benjamín Urdapilleta y Alfredo Lalanne. Un poco más allá se mezclan Percy Montgomery y Schalk Burger con Alberto Vernet Basualdo y Esteban Lozada. Y junto a Los Pumas y a los Springboks brotan más de 200 chicos. No importa si son blancos o negros o mestizos. Juegan todos juntos al rugby con los mejores profesores que se puede tener en la actualidad. El detalle pasa inadvertido, pero tiene un valor simbólico enorme: es la primera vez que el seleccionado sudafricano de rugby, ahora campeón del mundo, concurre a Soweto.
Por allí, sobre un costado del campo de juego donde todos se divierten, anda también Hugo Porta, embajador argentino en Sudáfrica entre 1991 y 1995 y profundo admirador de Nelson Mandela. Está en Soweto en su condición de presidente de la Fundación Laureus (versión Argentina), que promueve el deporte como una posibilidad de cambio. Le dice a Clarín: "Es muy importante entender lo que se puede conseguir a través del rugby y del deporte. Por ejemplo esto, integración. Para estos chicos, esto es un día inolvidable".
El evento, desarrollado en el Soweto Rugby Club, es una novedad. Hay caras de perplejidad también en Los Pumas que concurrieron (los titulares se quedaron descansando en el hotel de Johannesburgo, por decisión del cuerpo técnico). Sucede que Soweto es justamento eso: una sucesión de asombros. Se trata de un lugar emblemático de los tiempos del apartheid. Allí nacieron, en 1976, las principales protestas de la población negra por la negativa gubernamental a enseñar en idioma inglés.
También cerca de Dobson Ville, donde ahora Los Pumas dan cátedra en la tierra de los Springboks, vivió Nelson Mandela. Y aún ahora habita Desmond Tutu, el arzobispo anglicano que en 1984 ganó el Premio Nobel de la Paz por su militancia contra el racismo.
Esta zona rezagada y excluida durante tanto tiempo tuvo también otra visita de un deportista argentino: en marzo de 1981, Santos Benigno Laciar le ganó por el título mundial a Peter Mathebula, en el Orlando Stadium, a apenas 10 minutos del Soweto Rugby Club. En aquella ocasión, durante los días duros del apartheid, organizar una pelea allí parecía una inmensa osadía de Tito Lectoure. Hubo entonces un operativo de guerra, con varios centenares de policías y militares. Ahora, la sensación es otra: alcanza apenas con un protocolar patrullero para la llegada y la partida del plantel argentino. Acontece, por ejemplo, que cada chico que participa del evento es una alegría que camina, que corre, que pasa la pelota, que tacklea, que se divierte. Como Maweth, un niño habitante de Soweto, que invita desde su cuerpo pequeño y su boca inmensa a todos a jugar con él. No le alcanzan los segundos para tanta felicidad. Cerca de ese chico que parece salido de la película brasileña Ciudad de Dios, Marcos Ayerza, Rafael Carballo, Lucas Borges, Hernán Senillosa, Alvaro Galindo y Manuel Carizza les explican ejercicios con la pelota ovalada. Todos escuchan. Y miran con un entusiasmo inevitable.
Ya cerca del final, Los Pumas, los Springboks, los de Soweto, los de Sandton, los de Johnannesburgo se juntan para cantar canciones en sus idiomas originales. Los argentinos se animan con el "Arroz con leche"; los sudafricanos, con "N'kosi sikelele Africa" (Dios bendiga a Africa) y con "Die Stam" (La Llamada). La escena y las canciones parecen un himno a la integración. Y allí están los rugbiers argentinos, encantados, formando parte de la tarde que Soweto jamás olvidará.


Ese nombre, ese hombre
Nelson Mandela está en todos los rincones de Johannesburgo. Aparece en esa inmensa estatua oscura que lleva su cara y su nombre, en la plaza que también tiene que ver directamente con el Premio Nobel de la Paz de 1993: se llama Mandela Square.
A un puñado de cuadras, un centro de convenciones también le rinde tributo a ese hombre que estuvo 27 años preso, a consecuencia de su militancia contra el apartheid, la política de discriminación racial.
Los comercios y los shoppings también adoptaron el rostro, el nombre, el apellido y hasta los apodos (Madiba y Mkhulu) para ofrecer productos: tazas, remeras, colgantes, ceniceros, gorros. Incluso, Mandela también impone modas: sus emblemáticas camisas multicolor brotan de las vidrieras de los locales de ropa.
En las librerías sucede algo similar: ofrecen biografías y relatos de distintos autores sobre la vida de este hombre que fue presidente de Sudáfrica entre 1994 y 1999 y símbolo de una búsqueda cotidiana, la del fin del racismo.
El sábado también habrá un homenaje: se presentarán los Springboks frente a Los Pumas, en el marco de los festejos de los 90 años que cumplió el 18 de julio. Mientras, su sonrisa mínima y su mirada mansa aparecerán por todos los rincones de la ciudad.

Post publicado desde Johannesburgo, Sudáfrica.