martes, julio 05, 2016

Pellegrini, querido rincón


Pellegrini tiene el encanto de su mansedumbre. No hay vértigo en sus calles, ni el frenesí de autos apurados tocando bocina. Allí el reloj permite siestas y sus 6.000 habitantes tienen la saludable costumbre de saludar. Y la distancia geográfica con la Capital Federal -500 kilómetros- es un síntoma de la otra distancia: la del trato ameno, cordial. Allí aún existe el ritual del potrero, de los arcos improvisados con buzos, de las gambetas a pozos y a piedras. Allí permanece el carácter lúdico del fútbol, el amor a la camiseta...

Por allí anda El Pampa Gambier. Con sus goles y sus 40 años, jugando para uno de los dos equipos de su pueblo bonaerense, Huracán. No recibe dinero, sólo el placer de compartir un rato con los amigos.

Sábado a la tarde. Al día siguiente se jugará el clásico local. El Pampa camina por la calle de su casa, Añancue. Va rumbo a la sede de Atlético -el rival- para acompañar el mate de la merienda con un partido de truco. Se habla del clásico, se discute con picardía, pero con respeto.

Domingo. Día del clásico, perteneciente a la Liga de Trenque Lauquen. Las tribunas no tienen más que cuatro escalones. Y los gritos se escuchan de un lado al otro. Se recuerdan deudas de almacén, derrotas futbolísticas, fracasos sentimentales... No hay custodios vestidos de uniforme en cada rincón. En el campo de juego, Huracán gana 2-1 y se trepa al segundo puesto. Uno de los goles es de Gambier. Y lo grita como si en su dulce pueblito le pagaran sueldo, premios y prima.

Texto publicado por el Fundador del Blog, en Clarín, en 1999.