viernes, mayo 14, 2010

El adiós a la Rana docente



Lo supo pronto: Rana quería ser docente aunque jamás le pagaran un sueldo. Quería explicar su mundo, ese que había aprendido entre los rigores de algunas calles que no merecía vivir; tal vez comiendo poco y mal, hurgando comidas, mendiga de cariño.

Entonces, cuando se adaptó a Blanco Encalada, Rana comenzó a enseñar:
Dio lecciones de tolerancia y de gratitud.
Dirigió todas las Cátedras sobre afecto y lealtad que las facultades no ofrecen.
Explicó, mansamente, que para defenderse no es necesario atacar.
Que los espacios se ganan con paciencia.
Que la advertencia siempre es mejor que la reacción.
Que la tristeza se puede curar o sobrellevar con cucharitas.
Que la magia no es patrimonio exclusivo de los magos; los gatos también pueden.
Que quejarse sólo sirve para lo imprescindible: mimos y comida.
Que para construir también hay que conceder (si lo sabrá Reini ahora...).

Por ahí anduvo Rana dando clases gratuitas para personas apuradas. Ahora se nos fue del mundo. Pero nos dejó aquella generosidad de docente vocacional.
Me lo dijo Martín cuando me ofreció adoptarla: "Es un ser divino, especial". Mi amigo no había exagerado ni apenitas. También por eso duele la injusticia: habiendo tantos humanos haciendo animaladas el Tipo de Arriba decide llevarse a este animal tan humano que tanto tenía para ofrecer.
Tal vez, cuando pase el dolor, nos demos cuenta de que el Tipo de Arriba tenía razón: el lugar de Rana estaba en el cielo.

Adiós Rana. Gracias por tanto. Perdón por tan poco...

W & los Raneros.