domingo, noviembre 15, 2009

Preciosas añoranzas


El restorán El Trébol, sobre la avenida Alsina, era una parada frecuente para aquel Banfield que parecía capaz de todo. Ese que en 1951 perdió el desempate con Racing, pero fue un campeón sin corona ni vuelta olímpica. Allí, con la mansedumbre traída desde el sur de Santa Fe, Eulalia María, Irma Antonia y Pablo Pompilio le ponían su juventud y sus manos laboriosas al día a día del restorán. El viejo era el dueño y hacía pocas concesiones. Así, a consecuencia de buenos tratos de los futbolistas exitosos de esos días (Graneros, Mouriño, D'Angelo, Converti, Albella, entre otros), todos ellos --los Mases, hermanos de sangre y de alma-- se hicieron hinchas del único club posible: Banfield.
Pasaron los días, los años, las décadas. A su club le sucedió de todo. Se fue a la B, volvió, sufrió, gozó y hasta jugó la Libertadores. Y a ellos, también. Se mudaron lejos. Estuvieron por Núñez, por Saavedra, por Coghlan, por Vicente López. Eulalia ya no está. Se la llevó al mejor de los cielos una enfermedad de las que no se curan. Pero Pablo e Irma andan por ahí casi sin creer lo que pasa: escuchan en la radio y en la tele que Banfield, su Banfield, puede ser campeón por primera vez. Sonríen y se acuerdan de días felices: aquellos de las visitas a los cines con butacas de pana y de las clases de pintura con el maestro Silvio Rossi. Y ese Banfield --equipo, barrio, espacio de pertenencia-- ahora les hace una invitación para volver a esa cancha que es nueva y distinta, que se llama Florencio Sola, pero que queda en el lugar de siempre: adentro de sus corazones. Irma, Pablo y el recuerdo de Eulalia prometen estar allí, en la fecha 18, ante Tigre. Hay una posiblidad enorme: la de la consagración de ese Banfield que añoran.

Texto publicado por el autor del Blog, en Clarín.