martes, mayo 26, 2009
Gracias por el fuego y por tus palabras
Están los que se proponen inventar una vacuna que salve al mundo, los que coleccionan insomnios imaginando la sinfonía insuperable y los que una vez por semana sueñan con fabricarse alas y volar. El Alto, no. El gran deseo entre los deseos del Alto era fundar un equipo de fútbol en el que se iluminara la esencia de la condición humana. Mil veces lo había dicho en el Bar de los Sábados, ese territorio donde estaba claro que no hay mejor certificado de existencia que tener un deseo: le faltaba mucho para hacer real a ese equipo. Salvo el nombre. Eso estaba. Lo llamaría Primavera con una esquina rota.
Ante la posibilidad legítima de que a alguien en el Bar de los Sábados lo desacomodara el bautismo del equipo, el Alto eligió enarbolar su fundamento: "Primavera con una esquina rota es uno de los tantísimos libros de ternuras de Mario Benedetti. Lo compré el 2 de enero de 1985, lo leí sin poder parar el 3 de enero de 1985 y decidí el 4 de enero de 1985 que el día en que fundara un equipo lo llamaría así". El Gordo, otra postal del bar, le preguntó por qué. El Alto le devolvió una respuesta que habitaba su saber y su boca justo desde 1985: "Ahí está todo".
El Alto había crecido enterándose de que Mario Benedetti supo querer la camiseta de Nacional de Montevideo, se entrenó en gritar los goles de Atilio García y vibró de honor por la nobleza de Obdulio Varela. Igual, no era esa la explicación del nombre de su futuro equipo. Había una causa aún mayor: "En Primavera con una esquina rota, brillan el amor y la lucha, la soledad y las ansias, la tenacidad y el aprendizaje, el vacío y la frustración, la plenitud y, sobre todo, la libertad. ¿Díganme qué otra cosa es el fútbol o qué otra cosa es la humanidad?"
En el Bar de los Sábados no hubo voz en esa tarde que no sonara para dedicarle una emoción, una palabra o un tributo a la memoria dulce del gran Mario Benedetti. Eso mismo hizo el Gordo, que miró conmovido al Alto y le aseguró que Primavera con una esquina rota era un nombre perfecto para un equipo. "Perfecto, pero no el único", agregó. Luego, dejó ir un silencio y reveló que también él deseaba fundar un equipo en el que se iluminara la esencia de la condición humana. Y que, con Benedetti en el alma, le iba a poner Gracias por el fuego.
Texto publicado por Ariel Scher, editor y compañero de redacción, en Clarín.
lunes, mayo 18, 2009
En el nombre de Pedro
"Pibe, no crea, eh... Ya está todo inventado", decía con esa mueca mínima, que parecía una sonrisa buscando sana complicidad. Cada diálogo con él resultaba una revelación. Cuando hablaba, cuando miraba, el señor Pedro Uzquiza resucitaba a un Buenos Aires que ya no existía, que ya había perdido los preciosos códigos del bar y de la bohemia. No sólo eso hacía: mostraba caminos, abrazaba el culto a la amistad, se animaba a decir verdades incómodas, mostraba su costado más visceral y se enojaba ante las injusticias cotidianas. Era auténtico, férreo en algunas ocasiones, cristalino siempre. Guardaba su inmensa ternura para los que la merecían.
Fue periodista de Clarín, El Gráfico y La Razón, entre otros tantos medios; docente sin pizarrón en cuestiones de la vida; un defensor del buen gusto; un tipo implacable con los ventajeros; un hombre íntegro, sensible, generoso; un amigo que también ahora aparece en la mesa del bar de enfrente, como recuerdo entrañable...
Ediciones Al Arco, el único sello nacional de literatura deportiva, le acaba de ofrecer un tributo: su nueva colección de libros, que arranca con la reedición de De Puntín (once cuentos de autores diversos, con prólogo de Jorge Valdano y contratapa de Eduardo Galeano), se llamará Pedro Uzquiza. Una iniciativa impulsada por Marcos González Cezer y Julio Boccalatte, responsables de la editorial, y celebrada por todos aquellos que conocieron al inolvidable Pedro. Sucede que los tipos como él perduran más allá de los días que vivieron: en esas historias encantadoras que brotan como añoranzas, en muchas de sus buenas notas en el archivo o, ahora, en una colección de libros que llevará su nombre.
Texto publicado por el autor del Blog, en Clarín.
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