sábado, agosto 06, 2016

Las cosas por su nombre


Oscar Natalio Bonavena, el inolvidable Ringo, fue -además del más carismático de todos los boxeadores argentinos- el más quemero de los quemeros. Era bravo, generoso, pícaro, enorme, familiero, grandilocuente, porteñísimo. Era ídolo, referente popular, contestatario irreverente, un fanfa bonachón, un personaje entrañable. Se hizo querer y discutir. Le gustaba decir verdades incómodas.

Desde la popular de Huracán, que ahora lleva su nombre, cada domingo de los 70 se escuchaba un grito emblemático y orgulloso: "Somos del barrio / del barrio de La Quema / somos del barrio de Ringo Bonavena". En ese tiempo, en su mítica pelea contra Muhammad Alí en el Madison Square Garden, batió todos los récords de rating de la televisión argentina. Pero siempre Ringo repetía los ritos de su barrio entrañable, ese Parque de los Patricios que fue suyo. Se había formado como boxeador en el gimnasio de Huracán, en la sede de la avenida Caseros.

Había nacido el 25 de setiembre de 1942. Lo mataron el 22 de mayo de 1976 en las oscuridades del Mustang Ranch, un cabaret de Reno, en el estado de Nevada. Su velatorio fue la manifestación popular más grande entre los dolores de la última dictadura.

Ahora, que tendría que estar cumpliendo 67 años, le llegó un nuevo homenaje: en su club, ese al que adoró y hasta le compró a Daniel Willington para que jugara en la Primera, se reinauguró ese gimnasio en el que soñó piñas y gloria y que ahora se llama como él. Estuvieron José Menno, ex campeón argentino y colaborador de Ringo, y su doctor Cacho Paladino, entre tantos personajes del boxeo. Gente que no olvida a Ringo. Quizá porque eso resulte imposible.

Texto publicado por el fundador del Blog en Clarín, en 2009.