martes, febrero 09, 2016

Encantos escondidos


La escena sucede en un rincón bien porteño. Allí donde Almagro -ese del tango que lo cuenta: "gloria de los guapos / lugar de idilios y poesía"- muestra una de sus caras curiosas. El asombro nace en cada invitado ocasional: en el Centro Navarro, en ese espacio donde Moreno se encuentra con Colombres: con la misma pasión con la que se discuten clásicos polémicos en el ámbito del fútbol, allí se habla de jugadas, de partidos y de jugadores de paleta. En el pizarrón, anotados con tiza, están los nombres de los próximos rivales. La cartelera cuenta que en breve llegará el turno de enfrentar a Comunicaciones.

El club es también un espacio de pertenencia de los descendientes de los navarros que lo fundaron allá lejos en la primavera de 1895 y de los vecinos de Almagro que encontraron en el Navarro un resquicio para no perder los viejos ritos barriales del cafecito, del vermouth, del encuentro frecuente, del diálogo. Ellos son los que sostuvieron al club en sus peores días, tiempos de clausuras y de crisis. Los que le inventaron un final feliz a su propio Luna de Avellaneda.

La paleta resultó una excusa, pero también una pasión heredada primero y militada luego. Por eso no asombra tanto el detalle: mientras se celebra el cumpleaños de Horacio "El Potro" Colombo, habitante sentimental del barrio más allá de mudanzas y dirigente del club, se festejan también las buenas noticias que llegan desde los Panamericanos de Guadalajara (esas siete medallas, cuatro de oro y tres de bronce). Ellos lo saben aunque no se jactan: esos éxitos, tienen su cuna en tantos Navarros sueltos por la ciudad.

Texto publicado por el fundador del Blog en Clarín en 2011.

martes, febrero 02, 2016

Sonidos del Caribe


A Junior Lewis le faltan algunos dientes. Pero nada parece inhibir su sonrisa ancha. Su taxi —con el volante a la derecha, como en todo Trinidad y Tobago— no luce bien. Tiene una de las luces rota, varios rayones en las puertas y la única impresión que genera es de descuido. Para colmo, su inglés es cerrado y tan rápido como su andar. Otra certeza sobre este trinitario nacido hace 50 años: es locuaz y a cada nueva persona que conoce le entrega el motivo de su jactancia. "Mira, mira, éste soy yo...", dice en su inglés embarullado, gesticula y muestra la edición del diario local Newsday del 29 de octubre de 1999. Y efectivamente es él ese hombre que está tocando la batería en la foto de la sección Espectáculos. Junior Lewis no es sólo taxista; también es músico: en aquel octubre feliz tocó su instrumento junto al popular portorriqueño Tito Puente.

Se comporta cordial, pregunta orígenes y procedencias, sostiene que Argentina llegará a la final del Mundial Sub 17 que se disputa en su tierra, se queja por los penales que el árbitro argentino Daniel Giménez cobró en el partido inaugural que le permitieron a Croacia derrotar por 2-1 a losCalipso''s little boys locales. Pone música en español en la radio de su auto, tararea, intenta cantar en un español dificultoso y sigue hablando.

—¿Y qué tal sos tocando la batería?

—El mejor. Hombre, yo toqué con Tito Puente... Nada menos.


Eso sí, al momento de cobrar por el traslado hasta el hotel Chaguaramas, donde se concentra Argentina, Junior Lewis es implacable: pide 16 dólares, cuatro más que cualquier otro taxista. Tal vez sea porque se trata de una celebridad.

Texto publicado por el fundador del Blog en Clarín, en 2001.